A quince años de mi detención. Juan Aliste Vega

Por: Juan Aliste Vega

«Hay que saber experimentar la libertad para ser libres, 

hay que liberarse para poder hacer experiencia de la libertad…» 

(Ai ferri corti)

Hace ya quince años —julio del 2010— fui capturado por la Interpol en la ciudad de Buenos Aires, usando información datada por las más serviles existencias, cruzaron las fronteras e hicieron de nuestras vidas un espectáculo productivo para sostener las instituciones de represión aguda. Son expertos en formar patotas, en sumergir y secuestrar; buscan conocer el límite del cuerpo y de la convicción. Son expertos en negociar con personalidades destruidas por su misma traición, están formados en prácticas dictatoriales, represivas e imperiales que se extienden en tiempos históricos y espacios geográficos.

Esto no se trata de una historia personal, ni de personajes de una historia; no hay aquí la pretensión de ser referente o arrogante, en lo absoluto. Porque no se trata de nosotros, más bien se trata de ellos, del poder y los poderosos, y de cómo habemos algunos y algunas que no encarnamos la derrota y hemos perseverado en acciones porque no caemos en la dicotomía de que lo militar y lo civil —o la dictadura y la democracia— son cosas distintas. 

Son, por cierto, la continuidad del orden: una hace posible la otra y la otra la consolida, estabiliza la conquista obtenida. Tampoco nos acomodamos en la derrota moral, vivimos desde la idea obstinada de desobediencia, no nos hemos permitido la derrota, está ahí latente la rebeldía, no nos convencieron. Seguimos intentando y pensando, con un pequeño sesgo de impotencia y tristeza, que no se limita ni por un segundo en rumiar sobre qué es lo que hizo y no debió haberse hecho o lo que está mal en las acciones que persisten, no nos han despojado de la posibilidad de pensar la realidad y el presente, ni de la pretención de actuar sobre él. 

Así es como, doy cuenta del latido de mis convicciones, de este pequeño andar consecuente como subversivo, siempre desde lo antagónico y en constante confrontación con un enemigo que trasciende coyunturas. 

Es un recorrido que se inicia con la decisión de la lucha militante contra la dictadura, contra cada uno de los poderosos de turno, sus diferentes administraciones de poder, y desde la “transición” hasta su democracia policiaca y pastera. ¡Siempre, siempre, enemigo del estado! En militancia o autonomía, en organización o afinidades, en la palabra y la acción.

El ánimo no es presentarse como ejemplo de una experiencia extraordinaria e irrealizable, por el contrario, si esta lectura da lugar al aprendizaje de que siempre se puede dar batalla a los poderosos, no desde un podio o un lugar inalcanzable, nunca desde un pasado arrogante. Hablo y escribo desde un camino ininterrumpido que pertenece a todxs quienes, dueños de nuestras vidas, nos sentimos libres y dispuestos a seguir confrontando al poder y sus sostenedores de miserias.

Constato mi pequeño sesgo de impotencia y tristeza, no es justo acallarlo ni inoportuno declararlo. En este camino de lucha, casi 28 años de mi vida han transcurrido en prisión; he sido testigo de sus distintos formatos, cambios, y también de la «categorización» de turno. He sido tildado de delincuente «común», prisionero político y terrorista, entre otros epítetos que, con mayor o menor acierto, hablan el lenguaje del poder. He transitado distintas cárceles en territorio dominado por el estado chileno y argentino. He resistido regímenes disciplinarios de alta o máxima seguridad, aislamiento, incomunicación; he resistido situaciones complejas y he vivido dolor. 

Una vida de batalla contra el día a día, contra los sinsentidos del planeta cárcel. Un camino difícil, a veces lento y otras vertiginoso; distante del mito y la moda pasajera de la rebeldía.

No ha sido una decisión de paso, ha sido con convicción, una decisión de vida, real. Porque he procurado, a contrapelo, marcar un derrotero a partir de la consecuencia, ofrendar con pequeños granos de arena a la convicción inquebrantable de lucha, a la mía y a la de otrxs.

Del paso por la tortura, no pretendo ni hablar ni escribir… solo he de sintetizar que se fue un trozo de mi vida, y no haber entregado nada al enemigo, sigue como tesoro que acompaña cada paso. No delaté ante los agentes de la democracia entrenados en dictadura; ni la primera, ni la segunda, ni la tercera vez. Reivindico, además, a lxs muchxs que han resistido dentro de sí mismxs y no han sucumbido a la delación, en contexto de tortura y no. La historia ha necesitado disolver estas historias en absurdas justificaciones como parte de la retórica de la paz. 

Componer la figura de superhombres y de heroínas que resisten los embates es un delirio conformista. La delación, en el contexto que sea, significa hoy y significó antes el arrojar a compañerxs a la tortura, la muerte o la cárcel; socavar los proyectos, y vivir para siempre consigo mismx.

Esta complicidad he abrazado, esta paz entre nosotrxs y guerra contra aquellos, la solidaridad y el desencanto, el puño cerrado, la sonrisa incontenible de los aciertos y las lágrimas tatuadas del dolor y la muerte. Pero siempre la tranquilidad.

Los años más intensos de este caminar sin retorno los volvería a vivir íntegros en esta o cualquier otra vida. 

Nada de esto hace caso omiso de la autocrítica, como un espejo de sí mismo, sin dejar de aprender-aportando, no dejar en el cómodo olvido las razones por una forma de vida que reconoce como motor de su acción la miseria, el capitalismo, la depredación y el enajenante andar del consumo. Pequeñas razones que en un mundo de poderosos son más que válidas, no solo para resistir, sino que son urgencia de pasos directos a la confrontación.

No son ideas en disputa, es saberse conscientemente libres y defender el oxígeno de la libertad, es ser dueños reales de nuestras vidas y latidos… No solo desde el cuestionar, el odiar o criticar, menos aún cuando el abanico del poder entrega una variedad de atajos conscientes o inconscientes para mantenernos oprimidos, institucionaliza la resistencia y fija válvulas de escape que conservan intocable bienestar al opresor.

En esta constante realidad que la memoria se tranza en un ordenador y la tecnología hace todo más surrealista e inalcanzable. Simulación de un escenario donde todo se ha dado por perdido, ya que supuestamente no queda nada por escribir, nada por vivir ni crear. Prima la obsesión de nutrir esta nueva forma de dominación, con una inteligencia artificial que subyuga el cuerpo y rostro de la revolución a piezas de una historia antigua, relegadas al museo. Cuando basta con solo un segundo para abrir los ojos y ver la tristeza en los rostros, ver niñas y niños que ya no lo son, ver droga como alimento, ver esa violencia económica en la que unos cuantos tienen recursos para toda su casta, generación tras generación, a costa de muchxs otrxs. 

Basta un segundo para ver que la forma de vida promocionada, incrustada, vendida, halagada y defendida por los poderosos, se presenta como única manera de vida. ¡Es una mierda!

No hay recetas o atajos en la confrontación directa, solo tenemos las herramientas del combate subversivo, antagónico y permanente contra el estado. Tenemos la autocrítica constante desde el aprendizaje y la práctica.

Tenemos la humildad de sabernos materia dispuesta en la lucha, considerando a cada quien, con sus capacidades y ganas, en igualdad de condiciones, ningún acto en desmedro de otro, ninguna acción invalida otra, ningún individuo idealizado por sobre uno mismo. Aunados desde el instante en que tomamos posición, en este camino sin retorno de emancipación.

En esta nueva suma de 15 años de prisión al día de hoy, despojo de toda arrogancia y brindo las gracias a mis seres amados porque también es y ha sido su prisión. Lxs miro con admiración, ha pasado tiempo, a todxs se nos ha ido un pedazo de vida. Hemos sido capaces de estar juntxs en las malas y las peores, nunca ha faltado una sonrisa ni un cariño, ha faltado de todo, menos el amor y la certeza: ¡somos amor en guerra!

Con mis cercanos y afines me reafirmo, compañerxs, son aquellos que me conocen y que sin duda alguna sabrán dar cuenta de mucho mejor manera de mis actos. Gracias por la consecuencia mezclada con ternura…

Complicidad incondicional con aquellxs que persisten en la confrontación directa, con lxs fugitivos y lxs corazones negros de la fértil subversión. Un guiño revolucionario en esa complicidad que espero seguir sosteniendo, así como cuando me toque desde cualquier otro lado/lugar, aunque sea un centímetro fuera del muro, no me tiemble la mano ni la convicción para continuar siendo un aporte, siendo lo que soy en este caminar maravilloso de la subversión…

Estas letras buscan ser un poco más que un saludo de cortesía. Vamos juntos en complicidad de lucha contra el estado y en posición de lucha dentro de la prisión.

Reivindico el método y la organización horizontal, un quehacer en contexto de confrontación, que aglutina la vivencia de lucha, la actualiza y la divulga (sin propósitos académicos ni de ponencias en algún bar).

Apuesto porque fluya la experiencia de la mano del entusiasmo, que esto permita cada vez más certeza y precisión en la puntería contra los poderosos, aspiro a que los métodos se compartan, abriendo la posibilidad de acción, que los medios y capacidades se pongan en práctica, dejar atrás lo «artesanal», considerar los errores en este aprender haciendo.

Recojo la acumulación transversal del caminar de quienes, con anterioridad, transitaron un camino de lucha y desplegaron un accionar revolucionario contra el poder, contra quiénes lo sustentan y contra sus instituciones. Asimilo aconteceres de distintos territorios, desde el Walmapu y su resistencia ancestral, pasando por las expresiones de guerrilla urbana y su accionar contra los poderosos.

El para qué, o los objetivos, serán parte del arranque de quienes tomen posición y decisión de lucha en este presente y sus realidades.

La exigencia dentro de una realidad dinámica y sus particularidades requiere creatividad e inventiva, un aprendizaje constante y en movimiento, dedicación, persistencia, convicción y más convicción, requiere de nosotrxs: amor entre los nuestrxs y odio para aquellos.  

Materia y objetivos los hay por todos los rincones de esta podrida sociedad capitalista y cada acción está a la vuelta de la esquina. 

A quince años de mi detención he querido verter estas palabras. Una crítica a la autocrítica como simplificación política que invalida la tentativa revolucionaria. Nuestra realidad ha sido tremenda, y también lo ha sido nuestra resistencia.

¡¡Memoria, resistencia y subversión!!

Juan Aliste Vega – Julio de 2025

Acerca de La Zarzamora

Medio de comunicación libre anarcofeminista antitodo

Ver todas las entradas de La Zarzamora →