Por: Victoria Aldunate Morales
Imaginar que inventaste el feminismo en pleno siglo 21, es pura tiranía. Pero que te traten como si lo hubieses hecho realmente, puede desatar un profundo narcisismo social, que traerá grandes crisis políticas y relacionales. Es mucho poder, aunque transitorio…
Lo único que salvará a las empoderadas y feministos que gobiernan este tiempo, será –probablemente- su clase y sus elites. Eso, si realmente pertenecen a alguna elite, porque no son todes iguales.
“El poder corrompe, y el poder absoluto, corrompe absolutamente”, es lo que decían las viejas y viejos anarquistas.
Carmela Jeria Gómez, obrera tipógrafa feminista de un tiempo –también- anarquista del movimiento obrero chileno, comentaba en alguna columna de inicios de siglo 20, que “por más que la mujer se instruya y se organice”, no podrá “emanciparse”, mientras permita que el hombre y el patrón sigan “explotando su ambición y su vanidad” (1906).
Probablemente no se refería –tanto o nada- a lo de pintarnos los ojos y el pelo, prácticas tan habituales en nosotras, las hijas, hermanas y madres de sectores populares (especialmente de generaciones pasadas). Interpreto la cita de Carmela Jeria: la seducción del poder, nos mantiene sujetadas y nos destruye bajo el influjo de las manipulaciones masculinas y patronales.
Atraídas por el poder
Algunas no eran parte de las elites de la nueva mayoría o la concertación, pero accedieron. Inteligentes, arriesgadas, ambiciosas.
Jóvenes de las camadas de exilios patrios, que suelen ser –a la vez- exilios de clase (desorientadores y confusos), actrices de telenovelas, modelos de publicidad, también de la “pobla”, pero que, vía “ola feminista”, Convención Constitucional, aspirantes a la CC, y por otras actuaciones, “lo lograron”. Obtuvieron lugares empoderados. Se hicieron ciudadanas connotadas, diputadas y/o aspirantes al Congreso y alcaldías.
Sin embargo, muchas veces, las “populáricas” –como diría Violeta chilensis- cuando se empoderan, le suenan mal a los ricos; pero también a los pobres. Son menos blancas, hablan distinto a la “gente bien”, y si son mujeres, peor.
Si –tal como lo hacen los ricos, derechistas y privilegiados de izquierda- trafican con influencias, engañan, mienten o defraudan, les expulsan del ciudadanismo empoderado.
El chilenismo cultiva la prudencia y el secretismo. Puede perdonar la tortura y los crímenes de lesa humanidad, pero jamás los fraudes o la mitomanía de un patipelado.
Es distinto a cuando se trata de las estafas y otras responsabilidades de los poderosos, que –además- ellos saben, muy bien, gestionar legalmente: Son encubiertos y justificados.
Las popularicas, en cambio, son apedreadas por las misóginas huestes comunicacionales adeptas al poder de verdad. Y es que, el empoderamiento disponible para las afuerinas de las elites, a menudo no llega a “poder de verdad”. Es un par de escalones que dará ganancias políticas a otros.
El estatus quo “vallejos”, “boric”, “jackson”, “karamanos”, “valdes” o “aylwin” (por dar algunos ejemplos actuales y antiguos), suele ser el depositario del poder de verdad.
El “capital social”, lo obtuvieron por herencia familiar y/o partidaria; por apariencia, blancura y educación, de esa “eficiente y eficaz”, como le gusta al capital.
No es un estatus quo exclusivo de derechistas y criollos díscolos, también se extiende a elites de izquierdas, más modernas, pero no por eso menos funcionales ni menos mezquinas: se repliegan con sus hijos y sus pupilas, en sus partidos y en sus exilios de alcurnia, y no pocas veces, intentan cooptar a quienes consideran “brillantes” o famosos, y por lo tanto utilizables.
¿Por qué las desclasadas aspiracionales no podrían acceder a lo mismo que las mujeres de las elites? Porque no son de las elites.
¿Por qué los marginales no podrían aspirar a lo mismo que tienen los hijos de los ricos? Porque son hijos del sename, hijos de la pobreza.
A lo único que accederán las empoderadas, es a “oportunidades de igualdad” en el defraudar, parecer y aparecer en acuerdos y transacas, pero sin ventajas.
El mercado ciudadano y ciudadanista es brutal con la gente morena, baja, gorda, mal teñida, rara o vieja, que “surgió” desde la precariedad. Más perverso todavía que el narcicismo de redes sociales (primero muchos likes, luego destrucción, borramiento e indiferencia).
El empoderamiento (para desclasadas y aspiracionales), es pura frustración de la era del vacío y de la espectacularidad, que mantiene a las menos respaldadas, pendiendo de un fino hilo, que las suele rebanar.
En tanto, aunque los “jackson” sean removidos, volverán a la política, mientras que los “perris chiquis”, seguramente serán expulsados “por corruptos, mentirosos y mal hablados”.