CONSIDERACIONES SOBRE LA LIBERTAD

Escrito del compañero anarquista Francisco Solar

La libertad es, sin duda, un principio fundamental dentro de los diferentes discursos y tendencias anárquicas. Constituye un eje articulador desde donde se elaboran propuestas, proyectos y prácticas, partiendo de la base que la existencia de un poder centralizado determina las distintas opresiones que afectan a comunidades e individuos. Es el Estado o cualquier otra expresión de poder lo que genera y fortalece en definitiva este sistema de explotación y todas sus consecuencias. Los tentáculos, alcances y manifestaciones de éste apuntan en múltiples sentidos – siendo cada vez más imperceptibles – abarcando prácticamente la totalidad de los aspectos de la vida de las personas.

Entendiendo la libertad como un proceso permanente de apropiación paulatina de nuestras vidas, en donde se intenta eliminar cualquier vestigio de autoridad que pretenda coaccionarnos así como también de los que se encuentran en nuestros propios comportamientos, no constituye un lugar de llegada al cual debamos aspirar. Por lo tanto, es muy probable que la libertad como entidad establecida, como punto cúlmine de un camino, no exista, quizás sea solo una ensoñación por lo que, creo, nuestra mirada no debe estar puesta ahí, sino que en el proceso de lucha que contiene dicho concepto. Cómo bien lo dijo Don Quijote; «más importante es el camino que la posada.» Es la construcción de relaciones que busquen ser libres y la destrucción de cada expresión de autoridad lo que debe ser el centro de nuestras preocupaciones y quehaceres, ya que es mediante la práctica cotidiana y la profundización de ésta cómo vamos arrebatando momentos de libertad.

Esto no significa que decidirnos a transitar dicho camino nos convierta en seres libres o que hayamos alcanzado la anhelada libertad, tan solo representa una opción de lucha por la búsqueda de desprendernos de la autoridad. Por ende, no somos libres y no sabemos si algún día lo seremos, lo que por cierto nos tiene sin cuidado.

En este punto resulta pertinente hacer referencia brevemente a la distinción que hizo el irreverente Albert Libertad en su artículo «La Libertad» del año 1907 entre los términos «anarquista» y «libertario». El primero «no hace de la libertad la causa, sino más bien la finalidad de la evolución de su individualidad. No dice, incluso si se trata del menor de sus gestos, «soy libre», sino «quiero ser libre»». Mientras que el libertario entiende la libertad como «el comienzo y el fin de todas las cosas… Se declara libre de movimientos mientras el determinismo hereditario, atávico y circundante lo convierte en esclavo…».

El/la anárquicx tendría claro que es imprescindible luchar por la libertad, que constituye una confrontación cotidiana contra la autoridad. Por el contrario, el/la libertarix se siente y se cree libre, y que debe defender esa libertad conquistada. No ve o no quiere ver las múltiples opresiones a las que se encuentra sometido, derivadas en gran parte del Poder.

Esta caracterización que realiza Albert Libertad de lxs libertarixs la podemos apreciar en la actualidad, por ejemplo en los espacios que se autodefinen como «seguros» en esa idea de construcción de «burbujas de libertad» que estarían libres de cualquier forma de autoridad. Dichos espacios, según sus defensorxs, estarían ajenos a las múltiples nocividades del «exterior», enfocando gran parte de sus esfuerzos en evitar – supuesta e ingenuamente – la intromisión de «conductas nefastas» en sus dinámicas internas.

Entender de esta manera la libertad, aparte de ser una ilusión, implica un riesgo para cualquier posicionamiento confrontacional en la medida que piensa y propone la existencia de experiencias libres dentro de un marco de la más completa y absoluta dominación.

LOS RIESGOS DE UNA ILUSIÓN

El Poder en sus diferentes formas se encuentra presente en prácticamente todos nuestros comportamientos, por lo que en la actualidad somos, de manera consciente o inconsciente, reproductores de éste, y eso es innegable. Para quienes apostamos por una vida sin ataduras esto evidentemente representa una contradicción que debemos tener clara y siempre presente. Implica, entre otras cosas, cuestionarnos permanentemente, lo que constituye parte fundamental de nuestra lucha contra la autoridad en este camino interminable que se hace a nivel individual y colectivo. No obstante, la ilusión de pensarse «libres», ajenxs a la opresión, se ha instalado como un argumento poderoso para justificar comportamientos que ciertamente nos debilitan y nos restan, en mayor o menor medida, seriedad.

Una práctica que ha caracterizado a lxs anárquicxs a lo largo de la historia es el compromiso intransable con la palabra empeñada, lo cual es reconocido y valorado por todas las tendencias revolucionarias e incluso por nuestros enemigos. Dicha característica nos ha imprimido una ética particular que dice relación con hacer lo que se dice, con intentar por todos los medios ser consecuentes con nuestros planteamientos. Al no tener y ser contrarios a estatutos rígidos que fijen normas de comportamientos, la palabra es lo que nos otorga identidad y nos fortalece, nos da continuidad y credibilidad. Sin embargo, esta rica herencia es borrada de un plumazo con el sorprendente argumento del «respeto a la libertad individual».

Los compromisos asumidos serían muchas veces un obstáculo para el desarrollo de la supuesta libertad individual ya que se parte de la base de que la prioridad absoluta es el interés y el deseo personal. Lo que llama la atención es que dichos compromisos no son fruto de la obligación, por el contrario, son el resultado de la voluntad e iniciativa personal. Por lo tanto, esta manera de entender la libertad individual hace preguntarnos; ¿Qué solidez pueden tener nuestros proyectos colectivos? ¿ Que seriedad puede tener nuestra palabra empeñada si va a estar supeditada a nuestro cambiante estado anímico y emocional?

«Tengo la libertad para hacer lo que estime conveniente, incluso, llegado el momento, de faltar a compromisos adquiridos». Tal es el argumento que se esgrime bajo esa nefasta concepción de libertad individual que no es otra cosa que buscar una infantil justificación de la irresponsabilidad. Esto no solo hace inviable cualquier iniciativa conjunta ya que deja instalada la desconfianza, sino que también tira por la borda esa coherencia que es resultado de la labor histórica de compañerxs que nos precedieron y que es valorada como parte de nuestro arsenal teórico – práctico que nos distingue de las demás tendencias revolucionarias.

De la misma manera que algunos espacios se sienten seguros y ajenos a toda forma de autoritarismo y explotación, el individuo que se cree libre entiende que ha logrado una conquista y debe cuidarla, por lo tanto ve en la lucha algo innecesario que carece de sentido. La inacción, entonces, va de la mano con esta forma de entender la libertad, alentando de esta manera una convivencia pacífica con la opresión. Así, la confrontación contra el poder es negada e incluso criticada porque no tendría razón de ser, es más, muchas veces es vista como una amenaza que puede perjudicar la libertad conseguida.

Otro riesgo de esta ilusión libertaria refiere a la adopción de comportamientos que se encuentran en nuestras antípodas. Con la excusa de la «libertad individual» en no pocas ocasiones se han tomado opciones que históricamente han sido contrarias a las prácticas anárquicas. Pienso en lxs «compañerxs» que decidieron ir a votar por la socialdemocracia ante el temor del avance del fascismo o quienes incluso, viéndose golpeados por la represión, han colaborado con la policía y delatado a compañerxs.

Hasta esos extremos ha llegado la utilización de dicho argumento en una nefasta, interesada y oportunista manera de entender la libertad. De manera sorprendente se recurre a la «libertad» para mantener y reforzar las ataduras de la dominación.

LA LIBERTAD COMO MOTOR PARA LA CONFRONTACIÓN

Albert Libertad es certero en señalar que » el ser humano no es libre de hacer o dejar de hacer por su propia voluntad. Aprende a hacer o dejar de hacer cuando ha ejercido su juicio, iluminado su ignorancia o destruido los obstáculos que le estorbaban».

Partiendo de esa base, la libertad no es algo conquistado sino que, como se señaló, es un camino que se realiza tanto individual como colectivamente en un proceso de cuestionamiento permanente que apunta a la eliminación de toda forma de autoridad. Y este camino significa confrontación, significa lucha contraria a toda pasividad e inacción. Entender que no se es libre, que se vive bajo diversas opresiones, constituye para unx anárquicx una invitación a la rebelión para romper cada una de las cadenas. Representa también un esfuerzo por identificar nuestras contradicciones e intentar superarlas, entendiendo que estamos determinados por un marco de dominación que es indispensable destruir.
Si bien se tiene la claridad que estamos sujetos a múltiples aspectos de la autoridad, esto no nos impide intentar llevar adelante relaciones alejadas y contrarias a toda forma de coacción. La lucha por eliminar la autoridad de nuestras relaciones y comportamientos es aquí y ahora, como así también lo es la confrontación contra el Poder. Y es a partir de ahí que optamos por la informalidad para organizarnos en y para el enfrentamiento en la medida que la flexibilidad y dinamismo que la constituye hace inviable que prevalezca la cohersión.

«Luchamos por ser libres», esa es la base del planteamiento que sitúa a la libertad como motor de lucha y que ha impulsado a lxs anárquicxs a arrojarse al combate con todas sus fuerzas, y que hoy está más vigente que nunca.

¡Por una constelación de individualidades y grupos de afinidad para el combate!

Francisco Solar
Cárcel La Gonzalina Rancagua
Diciembre 2024

Enviado a La Zarzamora

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