VIOLENCIA DICTATORIAL Y VIOLENCIA CONTRA MUJERES 

Por: Victoria Aldunate Morales, lesbiana feminista antirracista.

Hay partes de mi historia que tengo borradas y temo -a veces- recordar algunos pasajes que intuyo cruentos. Pero no es negacionismo, es el impacto del daño dictatorial en la historia personal. Hubo etapas de borramiento involuntario en que pensé que “no me había pasado nada tan terrible comparándome con otras…”. 

Los procesos terapéuticos a los que pude acceder permitieron fortalecerme lo suficiente para comprender que pasara lo que pasara, acá estoy, entera y siendo lo más cercana a la que quiero ser. 

Los aprendizajes autónomos me orientaron para entender que el objetivo del poder, al borrarnos la memoria, es negarnos la conciencia. Esta estrategia es violencia renovada y constante que no terminará mientras sea la impronta de los gobiernos, los partidos políticos y el estado. 

La operación política negacionista en Chile, lleva más de 33 años pues la transa traidora comenzó antes del año 90, cuando negociaron con la burguesía golpista, aliada del imperialismo, al pueblo en lucha.

Igualmente, en el proceso personal (que es político), espero aún más de mí: que cuando recuerde, sienta que nada de aquello es “mi culpa”, ni siquiera mi responsabilidad total. Yo elegí la insurgencia, pero ello no justifica la violencia cobarde que ejercen las elites que gobiernan a esta neoliberal república (tan vanidosa de serlo). 

Otro “crimen” por el que me castigaron estos carceleros del estado dictatorial, fue ser esta que soy, con esta condición sexual nombrada “mujer” (en ese tiempo adolescente). Esta condición tiene adherida –y no porque quiera ni me enorgullezca el sufrimiento- una historia de violencia heterosexual obligatoria que nos asalta en cada acto de rebeldía que pudiésemos llevar a cabo. Los machos patriarcas violan, abusan, burlan estos cuerpos, llegando a asesinar a muchas. También nos categorizan en cierto tipo de acciones que de no ser cumplidas unas, o de ser desafiadas, otras, supondrán castigos específicos. 

La violencia contra mujeres se perpetra agrediéndonos “por ser y hacer lo que no deberíamos hacer”; y así mismo, “por no hacer ni ser, las que deberíamos ser”. No es un trabalenguas, es ideología impresa para objetivos claros y materiales: Apropiarse del trabajo, los cuerpos, los productos, las energías y las vidas de mujeres, porque ello da ganancias para la sostenibilidad capitalista. Y lo más miserable es que haya un cierto feminismo que se coinvirtió -en esta fase- “en la criada del capitalismo”, parafraseando a la Fraiser.

La violencia contra las mujeres no es un símbolo caprichoso, sino una estrategia política patriarcal grabada en los cuerpos de un tipo de humanos: nosotras. 

Tampoco es fragmentos sin correlato con el poder y con cómo éste se ejerce. (El machismo es solo un síntoma). La Violencia contra mujeres y niñas no opera de manera idéntica en todos los cuerpos, en todos territorios, en todas las clases sociales, en todas las familias ni en todas las comunidades, sin embargo, es un flagelo que suele estructurarlas. Sostiene a las sociedades aplastando a mujeres y niñas. Atraviesa órdenes y tiempos históricos, saberes y prácticas. 

ALGUNA CIFRA, POR SI SIRVE

“En 2020, por cada 10 víctimas de trata de seres humanos detectada en el mundo, cuatro eran mujeres adultas y dos o más, niñas. El 91 por ciento de las víctimas de trata con fines de explotación sexual, son mujeres. La fuente de este hallazgo es el documento “hechos y cifras: Poner fin a la violencia contra las mujeres”, de la ONU. Sería bueno tener estudios que no fuesen de ONU Mujeres, pero es claro que ha decrecido el interés oenegista, institucional y académico por investigar lo que desde -al menos- los años 80, las feministas y otras, visibilizaron como Violencia contra las Mujeres y las Niñas.

Sobre las víctimas de la Dictadura cívico-militar en chile, muchos estudios hablan de “género” y hay estimaciones que traducen que 200 mujeres y niñas habrían sido asesinadas y que muchas de ellas siguen desaparecidas. 

En postdictadura CODEPU-Sintras 1996, revelaban al menos 140 casos de tortura y 96 muertes de militantes lautaristas, frentistas y miristas en procedimientos policiales, pero sin desagregar mujeres. Lo que está claro por los relatos de insurgentes presas políticas de “la democracia” chilena como Flora Pavez y Marcela Rodríguez (lautaristas), es que ser mujeres tuvo consecuencias diferenciadas en tortura y prisión. Más allá de eso, aunque nadie las quisiera contabilizar de otra manera que no fuese como “la mujer de la patria”, nuestras madres, abuelas, familiares y vecinas, mayores, jóvenes y niñas, fueron parte fundamental del movimiento de base que llevó a la Unidad Popular al gobierno, y estuvieron en las fuerzas populares que desde 1970 rescató más de 300 empresas, llevó a cabo tomas de fundos, tomas de terrenos y creó cordones industriales. Todas esas fueron recuperaciones arrebatadas al mismo capital que nos engulle. El castigo a esas mujeres y niñas por ser revolucionarias, fue la violación, abortos por torturas, robo de hijos y e hijas nacidas, secuestros, ejecución y desaparición. Lo propio hicieron en postdictadura los gobiernos del arcoíris, y hoy los renovados encarcelan a mujeres anarquistas, antiespecistas, pobladoras y mapuche.

Un análisis de las causas judiciales que hay sobre mujeres víctimas de trata en el mundo, es que son sometidas a violencia física o extrema por los traficantes, en una proporción tres veces superior a la de los hombres. Sobre nosotras en Dictadura, las sobrevivientes sabemos que ser mujer fue un agravante para todos los manejos horrorosos de los torturadores…

En los 80 luchar contra la Dictadura chilena fue proseguir con el camino político de destruir al Capital. En la actualidad, resistirse a gobernantes del continuismo como los actuales que llevan a cabo cruzadas racistas, antipobladoras, antipobres, antimapuche, es confrontar al capitalismo neoliberal, o sea, a las Redes de Comercio Trasnacional que desplazan, saquean y matan a defensoras, a otras mujeres, a niñas, a niños y a pueblos.  

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